La tercera y última jornada del XXXI Simposio de Misionología se ha centrado en la dimensión comunitaria y contemplativa como ejes de la santidad misionera
El XXXI Simposio de Misionología ha culminado estas jornadas de reflexión con dos grandes intervenciones que han puesto el cierre al tema de la misión como manifestación de la santidad.
La primera de ellas, a cargo de D. Fernando Susaeta Montoya, vicedecano y profesor de la Facultad de Teología de Burgos, ha versado sobre la verdad de la santidad en el encuentro con los otros. En primer lugar, el ponente ha trazado una biografía de santidad de Jesús recurriendo a sus gestos y palabras, para descubrir que la santidad de Jesús pasa especialmente por los no reconocidos en toda su dignidad de personas. Los datos de los textos evangélicos han puesto de manifiesto que la santidad se configura como «encuentro abierto hospitalario», en el que el amor se personaliza, se supera el yo egoísta, y se realiza una defensa incondicional del otro. Tras esta fundamentación bíblica, Susaeta Montoya descrito lo que él denomina «la invención de una santidad misionera para el s. XXI», partiendo de que el escenario es bien distinto y marcado por la crisis de sentido existencial. En este trasfondo es donde «la fraternidad humana se forja en el diálogo» ya que es el otro el que da la amplitud a la existencia humana; por eso «la verdad de la santidad solo puede ser dialógica», es decir, que emana del encuentro con los otros. Finalmente ha concluido su intervención afirmando que «la santidad misionera inaugura la relación con el Dios que sale al encuentro e invita a la misión», además de que provoca inestabilidad y desasosiego porque rompe barreras y fronteras, y solamente se discierne en el encuentro cotidiano.
A continuación, y como recapitulación y piedra angular de todas las vidas santas que se han presentado en las jornadas anteriores, D. Francisco José Ruiz Pérez ha disertado sobre las claves de espiritualidad misionera en el siglo XXI. Por un lado, Ruiz Pérez ha destacado que «Jesús llama al hombre a encontrarse con lo más profundo», es decir, es necesario ir hacia un mayor punto de contemplación; y a su vez ha insistido en que la espiritualidad cristiana llama a ir más hacia lo comunitario, porque la dimensión relacional es fundamental para el hombre. Además, ha propuesto que la sabiduría que debería alimentar la dimensión misionera del s. XXI es aquella que se plantea en clave de futuro al saber que es Dios mismo quien precede al hombre. Es por eso que la salvación cristiana es un lugar de invención, es decir, de creación en el Espíritu, ya que es Él quien abre puertas en la realidad, de modo que «la visión cristiana de la realidad es una prospectiva»: Dios desde el futuro va realizando llamadas. Finalmente, ha subrayado que «la espiritualidad del s. XXI para que sea misionera es necesario adjetivarla como discerniente»: es decir, hay que ejercitarse en la búsqueda de un Dios que no es evidente en sus soluciones.
Tras el diálogo e intercambio de pareceres y preguntas, el Simposio ha sido clausurado con varios agradecimientos a todos los que han colaborado con sus aportaciones y en su preparación y desarrollo. También ha estado presente el saludo de D. Mario Iceta, arzobispo de Burgos y Gran Canciller de la Facultad, que se ha disculpado al no poder estar presente. Desde el instituto de animación misionera confían en que pronto se publiquen las actas de este XXXI simposio de misionología celebrado en esta ocasión bajo el lema, «cada santo es una misión».