Comienza en la Facultad de Teología el XXXI Simposio de Misionología rodeado de gran interés y expectación ante la novedosa relación que se presenta entre la misión y la santidad.
La nota inaugural de las jornadas teológicas la puso el Decano de la Facultad de Teología y Director del Instituto de Misionología y animación misionera P. José Zameza, sj., D. Roberto Calvo Pérez, parafraseando algunas palabras del Papa Francisco: «La Iglesia la llevan adelante los Santos». Con estas y otras palabras presentó el horizonte que se divisa desde este ciclo de conferencias, y afirmó que el simposio quiere ser «un mosaico amplio, diverso y atractivo» de intervenciones y experiencias, a su vez que «un espacio para diálogos, disputas y debates».
El fundamento teológico de esta primera jornada de estudio vino de la mano de D. Eloy Bueno de la Fuente, profesor de la Facultad de Teología de Burgos, quien disertó sobre El Dios Santo, origen y contenido de la misión ofreciendo un recorrido amplio e interesante sobre cómo se ha comprendido la santidad en el relato bíblico y cuáles han sido sus implicaciones. Para ello comenzó explicando que el Dios Santo es alguien «tan distinto, pero tan cercano», es decir, diferente del hombre pero en estrecha relación con él desde el principio, es alguien que ya en el Antiguo Testamento se revela y envía al hombre para que su santidad brille y se haga presente en el mundo; por ello se puede afirmar que la santidad es el origen de la misión. A continuación, destacó cómo esta manifestación de la santidad de Dios llega al misterio de la encarnación: Jesús, el Santo de Dios, despliega una misión que es obra de santificación, es decir, que elimina aquello que va contra la santidad de Dios y que propone la superación de las separaciones en un culto nuevo entorno a su cuerpo y su persona; en este planteamiento se comprende que la santidad también es el contenido de la misión de la Iglesia. Esta manifestación de la santidad de Dios alcanzará su plenitud y su victoria definitiva al final de los tiempos, cuando se cumplan las profecías del Apocalipsis, el triunfo de la nueva Jerusalén y el reencuentro de todos sus hijos. Por ello, Bueno de la Fuente concluyó que «la misión es acto de santificación» y que por tanto «o la Iglesia vive de la dinámica de la santidad de Dios o no es Iglesia».
La reflexión de la mañana se completó con otras dos intervenciones más breves que apuntaron ya a dos figuras de santidad concretas. La primera, Santa Teresa de Lisieux, fue presentada por D. Pedro Tomás Navajas, OCD, Director de la Revista Orar, como misionera desde el amor diario a sus hermanas, como acompañante de jóvenes, en unión cercana con los misioneros, y desde el camino de la confianza y el amor. La segunda, San Juan Bautista Scalabrini, fue iluminada por D. Gioacchino Campese, Profesor de la Universidad Pontificia Urbaniana de Roma, quien evidenció el contacto de este santo con la inmigración europea, de forma que se le considera padre de los migrantes. Campese destacó como Scalabribi entendió las migraciones como un hecho natural y como algo que se tiene que interpretar teológicamente, a partir de la revelación. Terminó desgranando la santidad scalabriniana en varios elementos: mirada hacia la realidad tal cual es desde la honradez; lectura de los signos de los tiempos con perspectiva; la santidad política como propuesta; la santa resiliencia y paciencia que lo caracterizan; y la comprensión de la misión para una nueva época.
La sesión de tarde ofreció otras dos figuras de santidad en misión y culminó con una mesa redonda de diálogo y profundización. El primero en intervenir fue D. Tadeusz J. Nowak, OMI, secretario general de la Pontificia Obra de la Propagación de la Fe (Roma), quien presentó a la beata Paulina Jaricot como impulsora de las misiones. Destacó como ella creó círculos de oración entre las mujeres, y una red mundial de oración y de apoyo a las misiones. Su carisma por tanto fue inspirar celo y entusiasmo por la evangelización en los rincones más alejados del planeta. El mérito de Paulina es que se dedicó a la promoción de nuevas iglesias por el mundo, que aunque no las visitó, las sirvió con su apoyo, ofreciendo así que todos los bautizados pudieran colaborar en esos retos concretos de misión; fue así la gran pionera de la cooperación misionera organizada. A pesar de su sencillez y pequeñez fue una fuerza motriz para impulsar las misiones en su tiempo y a día de hoy. A continuación, el director de la editorial Mundo Negro y misionero comboniano, Jaume Calvera, presentó la figura del beato Guiseppe Ambrosoli, misionero comboniano y médico en Uganda, sirviéndose de tres iconos: el reclinatorio, reflejo de su íntima relación con Dios; la mesa de estudio, lugar de su intensa formación; y la sala operatoria, donde se afanaba en dar lo mejor de sí mismo para los demás. Ambrosoli, pasando por su noche oscura de enfermedad y sufrimiento, siguió con su empeño y dedicación diaria manifestando así la santidad de Dios en lo concreto de su vida, de su trabajo y de su misión, bajo el lema “lo que Dios quiere nunca es demasiado”.
La reflexión teológica y la experiencia de grandes figuras se dan cita en este simposio que pretende abordar la misión de la Iglesia como manifestación de la santidad de Dios. Las dos jornadas restantes prometen seguir siendo centro de interés común para todo teólogo y cristiano.